Por Rainer Sousa
Cuando nos encontramos en algún tipo de desgracia, se utilizan muchas palabras para expresar nuestra desesperación o infelicidad. Muchas veces, el deseo de exteriorizar la infelicidad provocada por la situación, nos lleva a utilizar muchas palabras cuyo origen y significado ni siquiera podemos imaginar. Quizás este sea el caso de la palabra “problema”, tan actual en nuestro vocabulario cotidiano que incluso acabó convirtiéndose en verbo.
Para recuperar la historia de este término hay que viajar al Brasil de principios del siglo XIX y XX. Durante este período, los puertos brasileños recibieron un gran número de europeos que huían de los disturbios provocados por el fin del Antiguo Régimen y las crisis económicas del propio sistema capitalista. Vale la pena recordar que aquí llegaron varios inmigrantes con la esperanza de enriquecerse trabajando en las plantaciones de café.
En este contexto de transformación e inestabilidad, vemos que muchas familias judías pobres en Europa todavía sufrían las primeras oleadas de ataques antisemitas. En algunos casos, estas familias entregaron a sus hijas a intermediarios que les prometieron concertar un buen matrimonio con un rico comerciante que prosperaba en tierras americanas. Presa de la desesperación, muchos cabezas de familia acabaron dejándose llevar por estas promesas engañosas.
En muchos casos, durante el viaje, estas jóvenes descubrieron que estaban siendo traficadas como esclavas sexuales en diferentes ciudades del continente americano. Al llegar a Brasil, estas prostitutas judías pasaron a ser conocidas como “Polacas” y, a través de su recurrencia, integraron la vida y el imaginario de varios barrios que componían la vida nocturna de Río de Janeiro y São Paulo.
Naturalmente, estas mujeres sufrieron una enorme discriminación debido a la posición marginada que ocupaban en la sociedad de la época. Tanto las autoridades oficiales como las comunidades judías de Brasil guardaron un gran silencio sobre la situación de estas mujeres. Sin embargo, estas prostitutas buscaron vínculos de solidaridad que pudieran ofrecerles algún tipo de garantía.
En muchos casos, estas prostitutas utilizaban el yiddish (un idioma ampliamente utilizado por los judíos en Europa central y oriental) para hacer recados entre ellas. Durante su trabajo, cuando sospechaban que algún cliente padecía algún tipo de enfermedad venérea, llamaban al sujeto “ein krenke”. En lengua yiddish, el término se utilizaba habitualmente para definir la idea de “enfermedad”. Naturalmente, la popularización del término acabó brasilizándose para nuestro conocido “problema”.